May 1, 2021
Experiencias en la sierra
Por Alberto Vega [Albar Says] para www.tepotzotlanpueblomagico.org
Existen muchos y muy diferentes senderos para arribar al Cerro de las Dos Cabezas, una de las cúspides más altas de la Sierra de Tepotzotlán. Uno de los caminos más largos (puesto que hay que bordear toda la sierra) es el que parte de Cañadas de Cisneros. Esta es una combinación de una brecha realizada por los lugareños y miembros de ejidos como San Francisco Magu, para poder subir con camiones de carga para bajar grandes cantidades de piedra para diferentes construcciones. A lo largo de este sendero, pueden apreciarse el encuentro de climas, también es posible admirar al poniente Villa Nicolás Romero y Villa del Carbón, al oriente el Valle de Cuautitlán, al sur la Ciudad de México y al norte, el Valle del Mezquital. Es por ello que aunque es uno de los caminos más largos y considerado entre los más escarpados, pero también uno en el que puedes disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor.
En el camino se pueden apreciar diferentes etapas de reforestaciones del siglo pasado, un intento por preservar y rendir culto a los cerros que no únicamente dotan de belleza a Tepotzotlán, también aportan gran cantidad de materia prima que aparece nunca terminar. A 500 metros de la carretera que se dirige a Arcos del Sitio, se puede disfrutar un bosque joven, aproximadamente mil piñones comienzan su vida, todos fueron plantados hace menos de una década, por parte de El Ejido de Magu. Su vida útil apenas comienza y ya comienzan a imponerse con majestuosidad, todos ellos, se miran con un follaje fuerte y verde, aunque la temporada de secas apenas comienza. Unos cuantos metros adelante, el cedro limón o mejor conocidos como pinos, formaron parte de la reforestación realizada en la década de 1970-1980. Estos últimos se observan imponentes y han sobrevivido a las plagas de gusano barrenador que años atrás intentó azotar a la región.
Una vez alcanzada la primera cúspide de la sierra (el cerro de los nopales, como también se le conoce), los lugareños comienzan a bordear el cerro por un sendero tan estrecho, que es complicado caminar en pareja. Este camino cruza el risco llamado “Peña colorada”, esta debe su nombre y color a minerales y tipos de rocas que forman parte de sus componentes principales, entre ellos el Tezontle y otros vestigios volcánicos. Estos podrían tener más de 62 millones de años, cuando el núcleo de la tierra era tan intenso que fundía las focas y la tierra se encontraba constituida por volcanes. Al caminar por esta vereda, se disfruta de flora y fauna endémica de México; panales de avispas en los riscos, zopilotes volando en modo circular, magueyes que detienen la erosión de la tierra, liebres que de vez en cuando se cruzan en el camino e incluso en algunas temporadas se aprecian serpientes a lo lejos con sus cascabeles que avisan de su presencia.
Una vez cruzadas las peñas, se encuentra una barda de piedra, misma que un día fue el límite de una hacienda antigua que perteneció a Don Julio Vega, un acaudalado cacique de Cañadas de Cisneros. Es en esta barda de piedra donde mejor se puede disfrutar el cambio de clima en la región, es el cerro conocido como “El Azafrán”, al sur su vegetación es árida; magueyes, yucas, nopales y algunos tejocotes silvestres. Al norte abundantes encinos, madroños y árboles propios de una humedad constante. Aquí es el momento en que la vereda comienza a internarse en el bosque, algunas veces lleno de un verdor impresionante, en esta temporada, las hojas tapizan el horizonte y permite escuchar a armadillos, ardillas y otros animales que se alimentan de bellotas y raíces.
En un claro ideal para descansar y en el que se encuentran con la vereda que sube por el ejido de Santa Cruz Tepotzotlán, se aprecia la impresionante cúspide El cerro de las Dos cabezas, un conjunto de peñascos que impresionan por lo escarpado. Dichos cerros se aprecia desde el Valle de Cuautitlán por su altura e imponencia. Este es el lugar donde mayor debe de ser el cuidado y atención para no perderte, los caminos que suben requieren ser senderos seguros, para evitar perderte. Poco a poco el claro queda atrás y el sendero se sumergen una vez más en el bosque, con la altura alcanzada hasta este punto pueden disfrutarse de la comarca; arcos del sitio, el impresionante acueducto escondido en las faldas de la sierra, los lagos de Los Dolores, los campos de Maíz de San Miguel y también el Cerro de la Bufa en Villa del Carbón. Ahora estos lugares se observan como una diminuta sombra en un pequeño mapa gráfico de la tierra.
Justo por llegar al punto se está por llegar a la cúspide, se disfrutan los graznidos de los zopilotes que anidan en las peñas y cuevas, a lo lejos y con suerte se disfrutan sus vuelos apuntalados y circulares de zopilotes o aguiluchos que suben a beber agua a un manantial que encuentra en la parte más alta. También aquí es donde el cuidado requiere ser mayor y los sentidos deben estar con una mayor concentración, en muchas ocasiones las piedras se encuentran sueltas y el polvo es constante, sumado a esto el cansancio puede comenzar a aparecer, la promesa de la cima forma parte del pensamiento constante y por una mala concentración, puede detonar una caída o en un fatídico accidente.
Al llegar a un pequeño llanito, rodeado de matorrales y este lugar es ideal para acampar, en él se disfruta de una paz inmensa, la cual únicamente se rompe por los graznidos de águilas que bajan a tomar agua a un pequeño pocito (antes mencionado) que se encuentra muy cerca de la cúspide. Aquí se mira una gran cantidad de piedras que forman una hoguera, el lugar que es por excelencia para acampar y disfrutar de la noche debajo de un árbol.
Al llegar, se limpia el terreno, se acondicionan las piedras y se junta leña que ha de servir para comenzar a crear fuego, mismo que además de proveer la cocción a los alimentos, también protegerá de que los coyotes y otros animales de rapiña lleguen este lugar y jueguen una mala pasada del destino a los que se dispongan a acampar aquí.
Una vez que han sido armadas las casas de campaña y que entre todos han recolectado leña, descansan y toman los alimentos, entre risas y alegría se disfruta del silencio propio del bosque y a lo lejos el sol comienza esconderse entre los cerros de Villa del Carbón. En este momento la hora dorada ha llegado y es el momento ideal para alcanzar la máxima cumbre. Al llegar a las peñas conocidas como Las cabezas, se disfruta de un atardecer, se observa como el sol se resbala por el horizonte y poco a poco se pierden los últimos rayos del día: ¡La hora azul ha llegado y todos comienzan a tomarse fotos y admiran como las sombran comienzan a atenuarse en el horizonte!
A lo lejos se escuchan los aullidos de los coyotes, la oscuridad conquista a la sierra. Son muchos los mitos que rondan estas cúspides, algunos han visto llamaradas de fuego danzar y aseguran que son brujas que reclaman su territorio. Otros murmuran que son avistamientos de seres de otros planetas, que son atraídos por una energía desconocida llegan hasta este lugar. Otros escépticos esperan mirar algunas manifestaciones paranormales. Entre los relatos que se escuchan, uno de los que se encuentran rodeando la fogata, se escucha que en ocasiones si han sentido una energía que les vigila, les observa entre el bosque e incluso inquieta a los caballos. En algunos cerros aseguran haber escuchado como se arrastran cadenas y entre la maleza de los árboles se escuchan pisadas.
Al dar las nueve de la noche, todos los que rodean la fogata se sorprenden al mirar como la luna aparece entre los árboles y parece que el bosque ahora es de plata, iluminado por el astro nocturno el bosque, la sierra y las estrellas, parece que el tiempo se ha detenido, que los problemas no existen y que la vida se renueva únicamente con internarse al corazón de la sierra y formar parte de la naturaleza.