Jan 17, 2017
Columnista invitado Fermín Rivera Guerra
“Mi corazón es un laúd colgado, apenas lo tocan resuena…”
Edgar Allan Poe
Para llegar a ser un artista consumado y de gran envergadura, primero se necesita talento. Esa predisposición o gran facilidad a la que llamamos talento, es tan sólo un chispazo divino, un gran don de los Dioses. Es un obsequio envidiable. Pero es tan frágil, delicado, genuino y sobre todo breve, que, si no se descubre a tiempo, no pasará de ser un fuego fatuo. Hace falta descubrirlo.
Esto llega con alguna experiencia que nos ac
erca y nos marca, que nos impresiona y nos enamora. Algo en el interior de aquella persona le dice que él lo puede hacer. Ya descubierto, se requiere desarrollarlo, alimentarlo, acrecentarlo. Y eso sólo se logra con el trabajo.
Los Dioses siembran los dones en nosotros, a los humanos nos toca cultivarlos. Esta es una tarea permanente, de desvelos y entrega total. Ese es el esfuerzo que debe ser reconocido en el artista, ya que es una tarea ardua. Lo otro, el talento, fue sólo un regalo. Aquel que cuenta con el talento puede vanagloriarse diciendo que Dios lo señaló, sin embargo, los dioses también castigan a quienes le ha encomendado un don y no lo cuidan.
El quehacer de acrecentar un talento es comparable a haber sido comisionado a cuidar el diamante más grande del mundo: hay que vigilarlo cada día, cargarlo, pulirlo, trabajarlo para después deslumbrar al mundo. Se experimenta la sensación de admiración, orgullo y, por qué no, vanidad de poseer esa joya tan preciada. Amor a ese don divino, a esa chispa para demostrar que ha sido capaz de cumplir con la tarea. No es esclavitud es amor. Y así convertirla en un cálido ego de creatividad, emociones y sentimientos intensos para compartir con la humanidad.
Tepotzotlán Edo., de México es una muestra de ello. De buscar maneras en que la gente conozca de sus dones o lo que llamamos talentos. Desde hace más de 15 años, el pueblo no sólo es cede del Ex colegio Jesuita ahora Museo Nacional del Virreinato y con ello una historia profunda y peculiar, sino, una verdadera región con historia musical al alcance de todos. Desde el Coro de Niños Cantores de Tepotzotlán, por el cual han pasado grandes directores corales de México como Hugo Rosales, Juárez Lincoln Alberto Mares, Jorge Cózatl y actualmente Ernesto García Velasco. El coro no sólo preserva la tradición de la música y conjuntos corales, sino le da un realce de gran calidad a la música escrita.
La Orquesta Sinfónica Juvenil e Infantil de Tepotzotlán con sus 10 años de trayectoria también influye en la exaltación de talentos en el municipio y regiones aledañas. Y Coral “Metsi-dehu” desde hace 5 años busca la difusión de la música coral latinoamericana, con la particularidad de ser un coro semi-profesional para gente de todas las edades y con ello también forma parte de la tradición musical del lugar. Todos estos proyectos son una fuente inagotable de oportunidades para la gente, de conocer, aprender, pero sobre todo de vivir la experiencia y darse cuenta que hay más allá de un horizonte.
De estos grandes proyectos han salido grandes músicos, los cuales, al descubrir sus talentos y su pasión por la música, decidieron tomarlo de una manera profesional y ahora hay una gran cantidad de egresados y estudiantes en diferentes conservatorios y escuelas de música.
Sin olvidar por supuesto a las otras artes, existen compañías teatrales, pintores, escultores y escritores de gran proyección para el municipio.
Así, Tepotzotlán encierra más que un título de “Pueblo Mágico”, lo vive, día a día con sus diferentes exponentes en la materia. Sólo queda agradecer a todos los que hacen posible el fulgor del talento: los habitantes. Y por eso mismo tenemos que cuidarlo, apoyarlo, trabajarlo y sobre todo disfrutarlo.
Fermín Rivera Guerra