Apr 4, 2016
Un año más consecutivamente, Santa Cruz Tepotzotlán vivió el tradicional viacrucis
Por Juan Alberto Vega Barreto [Albar Says] para www.Tepotzotlánpueblomagico.org
Es viernes santo, la naturaleza sabe que algo acontece, anuncia lo que ocurrió hace dos milenios, augura que es un tema para recordar, que se es la primera luna llena de primavera. Un hombre se prepara para vivir el papel más importante de la representación; Jesucristo. Todos los que participan se han preparado en la cuaresma, fueron 40 días en los que el cuerpo se puso en condición y el alma se puso en purificación.
El pueblo de Santa Cruz tiene una fe que logra ser objetiva e inspiración para otras comunidades, año con año se prepara para estas fecha, jóvenes y adultos se encuentran dispuestos a revivir los pasajes bíblicos, son esos en que el hijo del hombre es inmolado en un madero, exhibido y ultrajado, por cumplir la voluntad de un padre que elige la salvación. La participación de todos es equitativa, algo que no puede ser colocada en número, todo lo contrario, se mide la pasión, la entrega, el sentimiento y la unión que se da con cada paso que están dispuestos a vivir. Jóvenes y adultos, todos se encuentran en disposición para que no sea únicamente una representación teatral, sea una entrega por vivir la tradiciones.
El domingo de ramos empezó la actividad, una procesión por las calles de la comunidad. Palmas agitadas y un hombre vestido de blanco con rojo, montado en un burro y que fue la representación de la entrada de Jesús de Nazaret a Jerusalén. Las calles adornadas de blanco con rojo, el andar era encabezado por un burro blanco, quizá emocionado al ver el jolgorio que se elevaba a su paso, el hombre que lleva en el lomo se ha dejado la barba, denota emoción, sabe que quizá este sea una de las mejores experiencias en su vida.
Llega el jueves y luna se encuentra en todo su esplendor, se mira enorme, elaborada de queso. Al caer la noche y al término de la misa, llegaron los días fuertes para los jóvenes, empezar la representación de la última cena, la oración en el huerto y la aprensión en los Olivos.
Trece personas cenan en una mesa; un traidor, un miedoso que niega a su maestro, un joven que sigue incluso hasta la cruz, los demás se han de dispersar, por miedo, por inseguridad, los motivos ellos los conocían, ahora los recuerdan en estas comunidades. Concluida la cena en que la humildad es la mejor maestra, el rabí lava los pies de los educandos, uno a uno los purifica y les muestra que es más grande el que sirve que al que le sirven. Parten el pan y entonces las profecías llegan; uno de ustedes me negará, otro me traicionará, “herirán al pastor y las ovejas se dispersarán”.
Llega el traidor, besa al maestro y con ello lo entrega a los sumos sacerdotes. Así concluye lo que representan el jueves y los jóvenes de Santa Cruz, con la emoción, el miedo y la hilaridad saben que son el canal para llevar el mensaje a su comunidad. Se han preparado por un mes y medio y ahora ven el resultado de toda esa preparación.
A la primera hora en que el alba despunta, todos se encuentran de pie, acicalan a los caballos que forman parte de la escena, otros preparan los vestuarios, los habitantes limpian las calles donde un cortejo va de ser la caravana representativa del camino al calvario. Todos en Santa Cruz saben lo que implica y por ello lo quieren vivir al máximo, es un día al año, es el esfuerzo de la temporada, es el privilegio de participar y dar vida a las tradiciones. Eso y más es lo que todos viven y desfrutan, contemplan y llevan a la máxima expresión, es recordar y vivir, llevar las palaras a las acciones. Como cada año, la tradición y el fervor llega a Tepotzotlán, las calles de los pueblos se vuelven un ritual viviente, los jóvenes viven la pasión y muerte de Jesucristo.
El juicio del maestro comienza cuando el sol comienza a calentar, se realiza en la capilla de Santa Cruz. Algunos observan, otros participan activamente, otros esperan a que salga el peregrinar y así acompañar al Nazareno en su vía dolorosa. Son el llevar el juicio a la realidad, peregrinar de la casa de Anas a la de Caifás, de pretorio al que lo latigueen, el que tiene poder le tiembla la no al condenar y decide lavarse las manos, no conoce al que se encuentra en juicio pero sabe que es más allá de un acusado, que las visiones de su esposa son ciertas sobre el hombre y quiere darle libertad, pero bajo el sopretexto de no ser amigo del Cesar y de Roma, dicta la condena y parten por la calle, en la entrada de la capilla entregan la cruz y parte el actor, que en ese momento sabe que deja de ser un hombre y es la imagen del hijo de Dios.
Las calles son estrechas y empedradas, en algunos momentos se encuentra con una mujer de negro, llora, se lamenta y le abraza. Es su madre. En otro momento cae, vive el instante como hombre y deja que la cruz caiga sobre su cuerpo, siente el sabor a la tierra, la penuria y la soledad. Transmite cansancio, pero es más fuerte el vivir el papel, es el placer de ser el Jesús el que motiva al que carga la cruz a no detenerse y seguir, en cada paso, deja atrás la comunidad y comienza a subir una escarpada subida, es llegar al cerro y dejar las calles empedradas o pavimentadas y e introducirse al polvo.
El ambiente seco y sin vida, el mirar nopales, magueyes, remembra el ambiente de la comunidad de Tepotzotlán, es vivir en cada instante, es que la escenografía de la representación sea algo natural. Las miradas de los que realizan la representación es algo transparente, tangible e imperturbable, es mirar romanos que viven con pasión cada instante, es mirar como aparece una mujer que enjuga el rostro, es una niña que revive el personaje que según la tradición se llama Veronica, que quiere decir: el verdadero rostro. Se le recuerda con ese nombre porque a ella le es confiado en un paño la imagen del hombre de los lamentos, ella que tiene compasión por el que masacrado se dirige al calvario.
Otro de los momentos de la representación que son un motivo y evidencia: mirar la tercera caída, llegar al suelo nuevamente y que el calor, el sudor y el cansancio sea una representación humana, lo divino sea capturar el instante y que hable por sin necesidad de que sea representado. Es que no importe el besar el suelo, las piedras del camino, que sea llevar a la excelencia la representación.
El encuentro con las mujeres, esas que admiten su inocencia y que le son leales por respeto a lo que aprendieron mientras el hombre convivía con ellas, aquella que libero y le quito sus pecados, cada instante es la representación. Mujeres que se arrodillan y son remembradas por jovencitas, con velos de colores y que saben que ser mujer piadosa es más allá de poner una representación.
Al llegar al cerro, la panorámica es sorprendente, es algo que se observa en toda la perspectiva, es mirar a media cumbre la zona conurbada y apreciar cada instante, es mirar elevar en lo alto tres cruces, observar la representación de la muerte. Mirar en paños menores al que le representa y que por ello lleva su dignidad en alto, sabe que es el momento cumbre de la representación y por ello llega el momento de vivir en plenitud la muerte, sentir el cansancio, las miradas y que ello no puede detener la representación.
Pronuncia un discurso de nueve palabras, tiene compasión por los que sufren el mismo suplicio, aquellos que le acompañan en cada martillazo. Sentir el sol al medio día y mirar las nubes. Entonces agoniza y al morir lo descienden de la cruz, llega el momento en que la piedad alcanza la representación: una mujer de negro abraza el cuerpo y es así como cierran la representación. En el Pueblo de Santa Cruz Tepotzotlán, es una tradición tan arraigada que la viven en plenitud, es organizar una representación y vivir lo que conlleva.