Nov 5, 2015
Segunda entrega de un reportaje sobre la forma de vivir la muerte.
Por Juan Alberto Vega Barreto [Albar Says] para www.Tepotzotlánpueblomagico.org
EL presente trabajo forma parte de un reportaje para poder entender la perspectiva de la muerte en Tepotzotlán, te invitamos a que consultes las tres entregas para que así puedas viajar a los orígenes y actualidad, perspectiva y pensamiento sobre lo que implica la muerte en Tepotzotlán.
Los panteones; casas de la muerte.
Algunas tumbas se observar elegantes, cuidadas, con grandes decoraciones. En otros extremos se observan otras sin adornar, en el abandono, olvidadas, estos días pasan desapercibidas. Algunas se observan nuevas, recién abiertas en la tierra, en sus entrañas el féretro debe de encontrarse fresco, a unos días de la defunción. Son más las que se observan con el paso de los años en su suelo, con plantas que han dado raíces en sus entrañas y adornan a aquellos que desde hace tiempo descansan en la paz del señor. Esa es la perspectiva de los diferentes panteones de Tepotzotlán.
La historia de los panteones de Tepotzotlán es prolongada; en los diferentes templos que fueron edificados por la Compañía de Jesús, se colocó un cementerio en lo que fue su atrio. Por pequeñas que fueran las edificaciones, los atrios albergaron pequeños espacios para dar cristiana sepultura a los habitantes de las comunidades.
La mayoría de las tumbas debieron ser sencillas y con una cruz de madera. Aquellos que contaban con una mejor economía, puede que se dieran el lujo de colocar una tumba de piedra, con algún epitafio y memoria de aquellos que ocupaban en dichos espacios. Es por ello que en Tepotzotlán son muy pocas las tumbas que aún se conservan en los atrios de las iglesias, se perdieron con el paso del tiempo y en algunas iglesias por casualidad aparece alguna piedra con una cruz entre sus jardines que recuerda esta época, un momento en que hoy la memoria se ha desvanecido con el paso de las temporadas del año.
Con la llegada de las leyes de reforma y la separación del registro civil de los curatos, también los cementerios fueron retirados de estos espacios. En las comunidades se colocaron los cementerios a las afueras, fue así como la muerte fue desterrada de los corazones de las comunidades, de dispucieron terrenos amplios para que fuese la tierra santa en que después aquellos que colocaron limítrofes, fuesen a descansar por la vida que debieron llevar. En forma muy sencilla, los recintos fueron bardeados de cantera para evitar que fueran allanados por los animales silvestres. En ese momento las cruces fueron retiradas de los atrios y así el tiempo se encargó de borrar la memoria de muchos de los ancestros. Con el paso de los años los diferentes panteones fueron adquiriendo la solemnidad que hoy poseen.
Algunos de estos cementerios volvieron a quedar entre las casas, esto debido a que la población creció. Hoy día ya no se encuentran tan a las afueras como alguna vez se planearon, otros siguen a las afueras y llegar a ellos es un cortejo prolongado.
En los días en que estos espacios son visitados, las campanas doblan, avisan a la comunidad que alguien ha expirado y es por ello que el sonido es lento, suena tétrico, prolongado, juegos de campanas que avisan de un luto en la comunidad, rompen el silencio, uno a uno el tintinear son golpes secos. Llantos constantes al llegar con cortejos, lagrimas, olores a flores que adquieren también el aroma en descomposición, así se augura lo que es sabido que ha de ocurrir con aquel que con los ojos cerrados y la piel fría, no puede escapar de su destino. Ataúdes de todos colores y diferentes materiales, algunos de madera, otros de latón, todos saben para lo que fueron hechos y con diferentes telas, muestran una ornamentación en el interior que hacen creer que aquel se encuentra en él deben de sentirse cómodos y con un placer por el disfrutar de ellos.
Los primeros días de noviembre, el rito convive con la tradición. La mayoría asisten a enflorar las lapidas, ese espacio en el que descansan sus seres queridos, que sin importar el tiempo en que lleven en la tumba, es una forma de evocarlos y traer al recuerdo a cada uno de ellos, que sepan que no los han olvidado y siguen presentes.
Las tumbas toman color peculiaridad, algunas con flores blancas, otras con cempasúchil, algunas con gladiolas, rosas, margaritas, plantas, hiedra, todas de colores que hablen paradójicamente de que alguien vive en ellas. No faltan las que el pasto se les ha infestado y por ello los familiares deben limpiarlas en su totalidad de los estragos naturales. Otras son pequeñas casas en la ciudad de los muertos, con cúpulas, techos, paredes, espacios para que el morador se encuentre cómodo.
Otras con esculturas en piedra de vírgenes, santos, cruces, en formas de castillos, de iglesias. No faltan las que de forma sencilla pero cuentan con una barda que delimita su territorio. Pero las abandonadas, descuidadas, en el olvido, son frecuentes en todos los espacios, sin importar el tamaño o material con el que se encuentren.
Es así como las tumbas son esos espacios en los que depositan a todos aquellos que descansan en la paz del Señor, aquellos que se cuentan entre inexistentes físicos, que murieron para dar vida. Las tumbas, son pequeñas casas en la ciudad en que se han vuelto los cementerios, son estos espacios en los que algunos esperan la llegada de la huesuda, otros más, esperan que el tiempo sea piadoso con ellos. Pero todos saben que algún día se encontraran entre ellos.
Las tumbas son de color vivo en Tepotzotlán y es un tema que año con año se comprende y vuelve a ser evocado sin importar cuanto lleven el difunto en ella. Por ello estos días no pierdas la oportunidad de observar estos espacios que son tan especiales para comprender el ciclo de la vida humana, el folclor con el que se entiende y el cariño con el que se cuida.