Mar 8, 2017
De figuras y otras magias, No. XI
En la opinión y memoria de Juan Alberto Vega Barreto [Albar Says] para www.Tepotzotlánpueblomagico.org
“Sin claridad no hay voz de sabiduría.”
Son Juana Inés de la Cruz
Desde que en México se concedió a la mujer los derechos cívicos nos llenamos la boca hablando de la igualdad conquistada. Podemos pensar que la historia siempre ha de seguir una línea en acenso y al final de este se encuentra una estabilidad humana; social, cultural y como queramos observar. Sin embargo, no siempre es necesariamente al margen del idealismo que este incremento será un escalón arriba, debido a que avanza y retrocede, sube o baja, quizá esta sea la cumbre de la valoración y respeto por los logros obtenidos en la línea histórica.
Cierto es que las mujeres son pieza angular en cualquier sociedad, sin importar el respeto que se tenga ante ella. Mi madre solía decir; “educa a un hombre y crearás a un gran ser humano, educa a una mujer y estarás formando a toda una familia”. Es en esta sabiduría popular donde se sabe sobre la influencia de la mujer para la sociedad mexicana y puede ser para la misma humanidad. Son ellas los pilares de los núcleos sociales, son la riqueza de un hombre o puede ser que sea su misma perdición, todo depende desde el cristal con que se dictamine.
Abuelas, madres, novias, esposas, la mujer siempre se entrega y ha de inmolarse para cada uno de los que tienen parte de su corazón. Defenderá sus ideales y si ve caer a uno de los suyos, ha de estar esperando como un cojín afelpado –que son sus brazos- para contener, curar e impulsar por muy herido que este se encuentre. Bastaría con mirar cada uno de los detalles que esconde Tepotzotlán, para saber que este es el detalle que exalta a la mujer; una virgen en el altar que espera, y al mismo tiempo es vigía de las almas que han sido encomendadas a su patronato. Mirar a una abuela que ofrece tortillas recién hechas para el visitante. Son estos los detalles de la grandeza de la mujer.
Existe un mito altamente marcado cuando las personas visitan Tepotzotlán, este tiene que ver con las mujeres. Suele pensarse que en este pueblo se encontró un convento femenino y en las diferentes celdas- que ahora son salas de visita en el museo- y fueron mujeres las que lo habitaron. Hay que recordar que dicha fama fue herencia de Carmen Mondragón, misma que hizo popular una imagen en las que se observa una mujer vestida de monja, salir entre un retablo de Tepotzotlán.
También hay que recordar que gracias al cine del siglo XX, Tepotzotlán aparece como cede de ser un convento femenino en las diferentes cintas. A esto le sumamos a inicios del presente siglo el Museo Nacional del Virreinato presentó una solemne exposición que llevó por nombre; “Monjas Coronadas. Vida conventual femenina”, nos dejamos ir fácilmente al pensar que entre los gruesos muros de Tepotzotlán, se encuentran memorias de monjas que le habitaron, pero gracias a los estudios e investigaciones, sabemos que no fue así.
Mito o realidad, célibe o como cabeza de una familia, pensar en Tepotzotlán es pensar en mujeres, en la vendedora de nieves, es la religiosa que los domingos ofrece sus productos a las afueras de la iglesia, en la virgen que se encuentra enflorada en un altar o en la que se divierte a la luz de su familia, misma que siempre entrega lo mejor de sí, para que sea Tepotzotlán, un espacio arropado por tradición, valores y calidez humana que ha de caracterizarle.
Es por este pequeño detalle que pensar en Tepotzotlán, es pensar en mujeres.